El nombre del autor está censurado para evitar consecuencias.
Mucho lamento no haber escrito antes este mensaje. Con todo y, por si alguien lo leyese, diré que desde el primer momento me pareció extraño todo en esta asignatura: la falta de rigor académico, los mensajes insulsos, e incluso desdeñosos, del profesor López (primer y alarmante indicio de que la cosa no va a ir bien), y su espeluznante metodología basada en el “dibujo, dibujo y dibujo”.
A medida que empecé a desentrañar los textos en letra visigoda empezó a extrañarme que fuera más fácil leer cualquiera de las láminas originales que los textos de los exámenes, al menos de algunos a los que tuve acceso. En este caso se trataba de palabras en latín, sí; pero inconexas, que no conformaban texto, y que, en consecuencia, dificultaban la lectura. La lectura de un texto emana no solo del texto en sí, como afirma una y otra vez nuestro ínclito profesor. La lectura correcta deriva del texto, del contexto, y, por supuesto, del conocimiento, aunque sea básico, de la lengua que subyace. ¿Cómo, si no, se va a cumplir el objetivo básico de esta asignatura que conforme dice la propia guía didáctica será :
“que el alumno adquiera las destrezas necesarias para leer con soltura los documentos con los que tendrá que enfrentarse para realizar cualquier investigación histórica, siempre, claro está, que quiera trabajar sobre documentos de archivo originales y no fiarse de las trascripciones ya realizadas”?
Afirmo que los textos de letra visigoda de los exámenes, al menos en algunos de ellos, no pueden ser originales en modo alguno porque son absolutamente intraducibles. Y afirmo además que el récord se batió en el examen del pasado 8 de septiembre, cuyo texto, no solo era un compendio de palabras inconexas y sin sentido posible, sino que además, en muchos de los casos, eran palabras inexistentes; es decir engendros lingüísticos producto de una mente perturbada.
Es, en resumen, el más rotundo ejemplo de mala praxis académica que yo haya visto hasta la fecha.
Por último quiero recordar al profesor de la asignatura, que el latín del siglo I a. C. es el mismo que el de la escritura visigoda. Las diferencias que pudieran darse son de carácter fonético y oral, no escrito . En el siglo VII d. C. la lengua escrita sigue siendo la misma lengua flexiva que utilizó Cicerón, con los mismos morfemas y la misma sintaxis. Cualquiera que pueda leer un texto en latín clásico puede leer uno de cualquier otro siglo por tardío que éste sea; aunque el proceso no pudiera darse a la inversa.
Me llamo XXXXX, soy licenciado en Filología clasica, y he dedicado toda mi vida a la traducción y enseñanza del Latín. Me apena profundamente el grado de deterioro al que se puede llegar en una institución académica como la propia UNED