Mujeres Medievales (I). Itimad al Rumaikkiyya

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Eme
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Mujeres Medievales (I). Itimad al Rumaikkiyya

Mensaje por Eme »

Hola a todos. ¿Qué os parece si vamos colgando algunas historias de mujeres medievales que nos apetezca contar?. Yo empiezo por la de Rumaykiyya, esclava, reina y poeta.

Itimad Al Rumaikyya
(1011-)

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ITIMAD AL RUMAIKYYA, nació en Sevilla, en 1011. Fue una excelente poetisa. La tradición dice que un verso dicho a tiempo y en un rasgo de espontánea inspiración fue el que le valió a la lavandera y concubina Rumaikyya el amor del rey de Sevilla, Al Mutamid, cuando supo acabar el poema que había iniciado el rey poeta, mientras paseaba junto a sus cortesanos, por la ribera del Guadalquivir y jugaban a improvisar poemas, entretenimiento extremadamente popular en la sociedad andalusí de la época. Al levantarse una ligera brisa sobre el río, dijo Al Mutamid:

"El viento teje lorigas en las aguas".

Ante lo cual esperaba la respuesta de uno de sus compañeros. Sin embargo, antes que nadie respondiera oyeron una voz femenina que completaba la rima:

"¡Qué coraza si se helaran!".

La voz correspondía a una muchacha escondida tras los juncos. Era una joven bellísima llamada Rumaikiyya, esclava de un arriero.

El rey le encargó a Ben Amar que fuera tras ella y averiguara de quién se trataba y a quién pertenecía, pues parecía una esclava. Y en efecto lo era. La llamaron a palacio y así el rey supo que se llamaba Itimad y que la llamaban “la Romayquía” por pertenecer a un alfarero llamado Romaicq. Era trianera y trabajaba haciendo ladrillos y tejas en el horno de este mercader.

Pidió el rey a Romaicq que le vendiese la esclava, a lo que el mercader repuso que se la regalaría gustoso, pues era una esclava perezosa en el trabajo, que se pasaba el día fantaseando. Y para asombro de la corte y de toda Sevilla, el rey que hasta entonces solamente había mostrado interés por los estudios, los versos, los caballos corredores y las bellas armas, parecía haber perdido ahora la cabeza por una mujer. Ya era hora, se decía. Más tarde en su casa, Rumaikiyya recibe una invitación para acudir a palacio del príncipe heredero, Muhammad Ibn Abbad, recién llegado de Silves donde gobernaba en nombre de su padre. En la casa real, entre fuentes y jardines, Mohammad reveló a la joven su propósito de casarse con ella. Rumaikyya adoptó el nombre de Itimad aunque después no la llamarían más que Al-Sayyidat Al-Kubra, la Gran Señora. Más sorprendente aun fue el hecho de que Almutamid no quisiera a Itimad como capricho o pasatiempo para su harén, sino que se casó con ella a los pocos días, convirtiéndola en reina de los sevillanos. Fue su única esposa y su amor duró toda la vida de ambos, sobreviviendo a los buenos y a los malos tiempos.

Como reina Itimad fue tan prudente y graciosa, que se hizo perdonar su origen humilde. Poseía además un talento literario natural que fue respetado en aquella corte de poetas, así como avanzadas ideas feministas que no fueron siempre del agrado de los ulemas. Así por ejemplo, permitió que las mujeres sevillanas se quitasen el velo del rostro, en contra de lo que prescribía la religión islámica.

Sin embargo, a pesar de sus notables logros, Itimad no era completamente feliz como reina, pues extrañaba la libertad de su infancia en Triana, cuando corría por los campos y deambulaba por los mercados. En cierta ocasión, el rey descubrió a su esposa llorando frente a la ventana de sus aposentos. Almutamid quiso saber cuál era el motivo de su llanto, e Itimad le contestó que ya no podía hacer lo que quería, ni siquiera pisar el barro para hacer adobes, como aquella humilde mujer descalza que estaba junto al río. Y habiendo escuchado atentamente sus lamentos, al cabo de una semana el rey despertó a Itimad diciéndole que ya podía bajar al patio, donde encontraría aquello que más deseaba. En efecto, el patio del Alcázar estaba cubierto de una espesa capa de barro muy parecido al que cuando ella era niña había pisado en Triana. Pero cuando Itimad metió los pies en el barro, llena de emoción, comprobó que estaba amasado con las más exquisitas especias y perfumes del reino, como azúcar, canela, espliego, clavo, almizcle, ámbar y algalia. Y allí estuvo Itimad jugando con sus doncellas un buen rato, amasando con los pies el perfumado barro, y riendo entre alegres y estrepitosas risas.

Sin embargo, la melancolía siguió apoderándose de Itimad, sobre todo cuando la corte se trasladó a Córdoba tras haber conquistado Almutamid esta taifa. Un día se percató de nuevo el rey de la tristeza de su mujer y le preguntó si sería esta vez capaz de devolverle la risa a sus ojos. Itimad le respondió que había deseos que ni con todo su oro podría él satisfacer. Lo que anhelaba era algo muy sencillo pero complicado en la cálida Córdoba, ver algo que nunca antes había visto, una tierra nevada. “Esto es imposible de solucionar”, pensó Almutamid, “pues en la Península no hay nieve, si no es en el Norte que es tierra de cristianos, o en Granada que es tierra de Almudafar, con quien tengo firmadas las paces y al que no me conviene molestar por un capricho”.

Continuó pues Itimad con su nostalgia, y Almutamid no volvió a hablar del asunto. Pasado un tiempo, una mañana de febrero, cuando Itimad se despertó y se asomó al ajimez de su gabinete, no daba crédito a lo que veían sus ojos, pues todo el campo de Córdoba estaba cubierto por un terso manto de nieve. “¡Ha nevado! ¡Ha nevado!”, iba gritando Itimad por los pasillos de palacio con una alegría desbordante. Mientras Almutamid sonreía satisfecho, pues su esposa no había descubierto su amorosa superchería. En realidad había hecho traer de la vega de Málaga en caravanas de carros más de un millón de almendros que mandó plantar en la sierra cordobesa, frente a los ventanales del Alcázar Viejo. Y ahora a finales del invierno, al llegar la época de la floración, el campo cubierto de almendros floridos aparecía blanco, como si hubiera nevado copiosamente.

Con este comportamiento Al Mutamid no hizo más que lo que hubieran hecho casi cualquiera de aquellos andalusíes de haber tenido riquezas y poder. Así mismo cuenta la tradición que de esa manera encarnó el sentimiento del reino entero con su deliciosa largueza e imaginación- No obstante, había quien la culpaba de haber arrastrado al emir sevillano a los placeres y voluptuosidad más lujuriosos; e incluso en su fanatismo, culpaban también a nuestra poetisa de la falta de asistencia los viernes a las mezquitas así como del desmesurado gusto de los andalusíes por el vino. Ella no echaba cuenta de aquellos jueces que tanto habían de influir en la ruina de los abbadies y de Al Andalus, y Al Mutamid no se preocupaba tampoco sino de tenerla siempre contenta:

I nvisible a mis ojos, siempre estás presente en mi corazón.
T u felicidad sea infinita, como mis cuidados, mis lágrimas y mis insomnios.
I mpaciente al yugo, si otras mujeres tratan de imponérmelo, me someto con docilidad a tus deseos más insignificantes.
M i anhelo, en cada momento, es tenerte a mi lado: ¡Ojalá pueda conseguirlo pronto!.
A miga de mi corazón, piensa en mí y no me olvides aunque mi ausencia se larga.
Dulce es tu nombre. Acabo de escribirle, acabo de trazar estas amadas letras: ITIMAD .


(Al Mutamid)

Los almorávides apoyados por los jueces fueron apoderándose de los emiratos andalusíes. La ciudad de Sevilla fue ocupada en el año 1091, con gran resistencia por parte del emir y sus hijos. Prisionero Al Mutamid con su familia, fue trasladado a Tánger. El pueblo de Sevilla le daba el último adiós en la siguiente escena descrita por Ibn Labbama:

Vencidos tras valiente resistencia, los príncipes fueron empujados hacia el navío. La multitud se agolpa a las orillas del río; las mujeres se habían quitado el velo y se arañaban el rostro en señal de dolor. En el momento de la despedida ¡cuántos gritos!, ¡oh extranjero! Recoge tus bagajes, acopia tus provisiones, porque la mansión de la generosidad está ahora desierta …”

En aquella existencia africana triste y dolorosa, Itimad Al Rumaikyya y sus hijas se ganaban la subsistencia hilando, y sólo conocieron algún consuelo con las visitas de poetas amigos agradecidos de Al Andalus, tras la invasión del país por los bárbaros contrarreformadores del desierto norteafricano.

Fuentes

http://www.poetasandaluces.com/autor.asp?idAutor=23

http://blogs.educared.org/labibliodeloschicos/?p=1214

J.M. de Mena. Tradiciones y Leyendas de Sevilla. Varias ediciones.
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Stone
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Re: Mujeres Medievales (I). Itimad al Rumaikkiyya

Mensaje por Stone »

Qué historia más bonita :D Seguro que hay muchas historias interesantes de mujeres medievales esperando ser contadas. Si encuentro alguna que me llame la atención la colgaré también, gracias por abrir este hilo, a ver si alguien más se anima :D
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Re: Mujeres Medievales (I). Itimad al Rumaikkiyya

Mensaje por Pánfilo »

Bonita historia.
Gracias
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marducki
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Re: Mujeres Medievales (I). Itimad al Rumaikkiyya

Mensaje por marducki »

que chuli, oye a mi me suena haber visto eso cuando estuve en Sevilla, es posible o me lo estoy inventando????, digo lo de los azulejos :roll:
Elemental querido Watson...
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Eme
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Re: Mujeres Medievales (I). Itimad al Rumaikkiyya

Mensaje por Eme »

No exactamente, lo que viste sería un poema en el Palacio de los Conses de Lebrija, sobre Sevilla y Roma :D
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Stone
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Re: Mujeres Medievales (I). Itimad al Rumaikkiyya

Mensaje por Stone »

Pues yo voy a colgar la leyenda menorquina de "Sa Cova de'n Xoroi" que ha perdurado hasta nuestros días, no es exactamente referida a una mujer medieval importante o conocida pero es una historia que se puede encuadrar en la época de arabización de la península.

"A unos metros de la embocadura de Cala'n Porter, en el centro mismo de un imponente peñascal, entre mar y cielo, la naturaleza se recreó cavando una espaciosa cueva, refugio de palomas silvestres, que quizás nadie habría pisado jamás, de no incitar a ello la leyenda.

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Y ocurrió que por aquellos tiempos indefinidos en que la isla era asaltada por piratas berberiscos, llegó a la áspera costa un hombre. Es posible que fuera el único superviviente de un galeón hundido o tal vez un corsario al que sus compañeros castigaron abandonándole. Debió trepar por el duro acantilado y alcanzar la cueva, de la que hizo su morada.

El hambre le obligó a arañar de nuevo las rocas hasta coronar la altura y merodeó por los alrededores robando en los predios. Satisfacía las exigencias de su estómago y volvía a su escondite. Pero no conseguía calmar las de su soledad. Y otro día cualquiera, robó una moza payesa, con la que formó su hogar en el misterio de la cueva. Pasaron años, les nacieron hijos al moro y a la menorquina y los payeses del contorno se desesperaban por no encontrar al que hurtaba sus provisiones.

Llegó un invierno más duro que los anteriores y en la isla, caso insólito, nevó copiosamente. El moro, como en tantas ocasiones, robó para los suyos, pero sus pisadas sobre la nieve señalaron la ruta del ladrón a los payeses robados. Reunidos varios de ellos y convenientemente armados siguieron las huellas que les condujeron al borde del cantil, por el que se descolgaron hasta dar con la abertura de la cueva.

El moro,a quien apodaron "xoroi", porque en el breve relámpago de su huida se dieron cuenta de que le faltaba una oreja, al verse acorralado, se lanzó al mar desde unos treinta metros de altura, siguiéndole su hijo mayor, que con él desapareció en las aguas turbulentas. La moza alayorense con los otros tres hijos fue trasladada a la ciudad, y de sus hijos nacieron otros hijos en una larga descendencia que, dicen, no se ha extinguido aún en el día de hoy".


http://tierra-leyendas.blogspot.com/201 ... norca.html

A día de hoy esta cueva es una famosa discoteca de la isla de Menorca, con unas vistas espectaculares de la costa del sur y al mar Mediterráneo :D :smt039

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marducki
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Re: Mujeres Medievales (I). Itimad al Rumaikkiyya

Mensaje por marducki »

si, que chula, ahí he estado, bueno no entré porque pretendían cobrarme un pastón por entrar pero las vistas desde arriba si las disfruté :smt058
Elemental querido Watson...
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Eme
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Re: Mujeres Medievales (I). Itimad al Rumaikkiyya

Mensaje por Eme »

Muchas gracias :D
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ElleDriver
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Re: Mujeres Medievales (I). Itimad al Rumaikkiyya

Mensaje por ElleDriver »

Gracias a los dos por estas historias tan chulas :)
La poeta se casó con el poeto Y en vez de tener un niño Tuvieron un soneto.
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