Carlos V e Inglaterra

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marducki
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Carlos V e Inglaterra

Mensaje por marducki »

las fotitos ya las pongo en el word directamente :roll:

Fuente: D. Juan Antonio Sánchez Belén

Relaciones entre Carlos V emperador de Alemania y rey de España y Enrique VIII rey de Inglaterra. Una relación desde la perspectiva, indudablemente de la política exterior entre ambas potencias.
En 1520 Carlos I recibe la herencia de los Reyes Católicos: Isabel y Fernando, una herencia constituida por los reinos de la Corona de Castilla, de Aragón y por otra parte las posesiones que tenía Aragón en Italia, Nápoles, Cerdeña y Sicilia y por supuesto el Nuevo Imperio.
En este momento en 1520, se puede decir que sólo en el marco político europeo había cuatro grandes monarquías: Portugal, Francia, Inglaterra y España. Por otra parte los estados italianos, una parte de los cuales pertenecía a la colonia de Aragón, se encontraban debilitados e incapaces por tanto, de lograr la unidad territorial de la península, aunque entonces la República de Venecia todavía jugaba un papel político de primer orden en el concierto internacional, lo mismo que la Santa Sede y en menor medida Saboya y Florencia.
En Alemania la situación era muy similar, pues solo los Habsburgo con sus posesiones de Austria y Bohemia podían equipararse a los monarcas de Francia, Inglaterra, Portugal y España, aunque el avance otomano por los Balcanes debilitaba su potencial bélico y desde luego su capacidad para aglutinar los diversos estados que integraban el fragmentado imperio alemán. En el norte Cristian II de Dinamarca señoreará Sobre Dinarmarca, Noruega y Suecia, pero muy pronto en 1523 los Vassa conseguirán la independencia de Suecia compitiendo en adelante con el rey danes por el control del Báltico, sobre todo cuando más adelante ocupen también el reino de Polonia.
Pero a partir de 1520 en el transcurso de más de treinta años, este panorama va a experimentar cambios importantes. Para empezar el acceso de Carlos de Hasburgo el trono imperial situará la monarquía hispánica en el debate de la política internacional, una monarquía que a diferencia de la francesa o de la inglesa es el resultado de la agregación de diferentes reinos, separados entre sí, tanto por la distancia, como por su misma organización, y donde el monarca posee una autoridad mucho más limitada, menos absoluta que los reyes de Inglaterra y Francia, por ejemplo, salvo quizás en la corona de Castilla, después del fracaso del movimiento comunero.
Pero no obstante a esas limitaciones el poder de Carlos V es enorme, sólo comparable en ese momento al del sultán de Turquía, lo que le convierte a los ojos de los pequeños estados italianos, incluida la Santa Sede y los príncipes alemanes en un peligro para la seguridad e integridad de sus dominios, en definitiva para su propia independencia. Amenaza que igualmente sentía Francisco I de Francia atrapada por la malla del vasto imperio de Carlos V, que le asfixiaba y le impedía expandirse a costa de los territorios colindantes.
No era este el caso de Portugal, cada vez menos interesado en los asuntos europeos y más inmerso sin embargo en su aventura trasatlántica, una vez establecido con Castilla por el tratado de Tordesillas, los límites de la expansión ultramarina de ambas coronas.
Finalmente en cuanto a Enrique VIII de Inglaterra, su posición en Europa apenas si contaba con la media de las posesiones que sus antepasados habían tenido en el continente y que les habían sido arrebatadas por los reyes de Francia, en una prolongada y estéril guerra de casi 100 años, lo cual sin embargo o por lo mismo, será motivo suficiente para intentar recuperar el papel político que antaño había desempeñado.
En este marco, por tanto, hay que interpretar las relaciones diplomáticas que se establecen entre Enrique VIII de Inglaterra y Carlos V. En 1520 éstas no sólo eran cordiales, sino muy estrechas. La alianza forjada por los Reyes Católicos y Enrique VII con el matrimonio de Catalina de Aragón con el príncipe Arturo y a la muerte de éste con Enrique VIII, favorecieron sin lugar a dudas en entendimiento entre Inglaterra y la monarquía hispánica. Es neto que la monarquía inglesa había presentado su candidatura al trono imperial, pero esta candidatura obedecía sobre todo a las presiones del cardenal Wolsey y a una parte de los príncipes alemanes, más que por el interés propio del monarca de presentarse a la investidura imperial. Sobre todo cuando Inglaterra, Enrique VIII, carecía de recursos suficientes para inclinar a su balanza a los electores del imperio, más favorables hacia el oro francés o castellano que prodigaban Francisco I y Carlos V con generosidad.
Así se explica por tanto que en 1522 cuando Carlos V triunfante en la dieta alemana visita Inglaterra por segunda vez, ahora como emperador, en su camino de regreso a España, sea acogido con entusiasmo por la corte londinense, que se rinde a sus pies desde el mismo instante de su entrevista con la reina, su tía, Catalina de Aragón, pues en un acto de humildad, seguramente calculado, en el que tampoco menudea la galantería y el afecto, se apea del caballo e hinca la rodilla en tierra pidiendo su bendición.
Y lo propio sucede con Enrique VIII, mucho más receptivo ahora hacia su sobrino que en 1520 durante el primer viaje de Carlos, claro está que la situación política también era diferente. En 1520 el monarca inglés era todavía un firme partidario de la neutralidad, pues no en vano había sido el artífice del tratado de Londres de 1518, por el cual las potencias enfrentadas entonces, a raíz de la invasión francesa de Italia se comprometían a un pacto de no agresión, reconociendo las conquistas de Francia y su preeminencia en Italia.
Ahora en 1522 sus dudas se habían disipado por completo, sobre todo tras los fracasos militares de Francisco I, que había sido rechazado en Luxemburgo y en Navarra, mientras el ejército imperial amenazaba el norte de Francia ocupando Turney y sobre todo el feudo de Milán.
Así pues los banquetes y fiestas que se organizaron en Londres en honor del emperador tenían un doble objetivo, por una parte agasajar a un aliado, a un amigo, a un familiar como era Carlos V, pero por otra parte concertar una alianza firme y segura entre Enrique VIII y Carlos V, algo que desde luego también estaba en la mente del emperador, pues su objetivo era precisamente este: conseguir la alianza de Inglaterra para asegurar las espaldas de los Países Bajos, que había dejado en ese momento en manos de su tía Margarita, cuando inicia el viaje a Inglaterra.
El tratado de Windsor de 1529 contemplaba esta mutua alianza, una alianza que se consagraría con el matrimonio del emperador con la hija de Enrique VIII y Catalina de Aragón: María Tudor.
Este acuerdo sin embargo comienza a tambalearse muy pronto: por una parte Enrique VIII se había comprometido a asegurar desde el puerto de Caley, la ruta marítima que unía España con los Países Bajos, pero el avance de Enrique VIII con las tropas inglesas hacia el norte de Francia, hacia Paris, quedará prácticamente en una derrota en parte, desde luego, por los conflictos que hubo en la dirección de la campaña, en parte también por la carencia de recursos que tenía Enrique VIII para conseguir dinero suficiente con el que mantener el ejercito en pie.
En Italia, la posición de Carlos V no era mejor, ya que Francisco I había ocupado de nuevo Milán, Venecia y el papado se retiran de la alianza con el emperador y suscriben una nueva alianza con Francia.
Es entonces cuando en 1524 en Londres, comienza a plantearse la ruptura diplomática entre España e Inglaterra, pero en este momento la fortuna va a sonreír al emperador y en la batalla de Pavia en 1525, las tropas españolas derrotan a las francesas y no sólo esto sino que capturan al rey Francisco I. En este momento Enrique VIII aconsejado por el cardenal Wolsey decide continuar con la alianza española esperando las compensaciones por la victoria que habían tenido sobre Francisco I. Pero esas compensaciones jamás llegarían porque cómo el emperador escribía a su hermano Fernando en los siguientes términos que no dejan lugar a dudas sobre el concepto que tenía de su aliado Enrique VIII. “el rey de Inglaterra no me ayuda como debería haberlo hecho un verdadero amigo, ni siquiera me ayuda en la medida en que está obligado”, así pues el triunfo de Pavia en 1525, sólo reportara beneficios para España pero ningún beneficio para Inglaterra.
Esto explica pues que en 1525, se concierte un nuevo acuerdo entre Francia e Inglaterra, con el fin de frenar la expansión del emperador en Italia. Una alianza que será el salto por el cual Enrique VIII participe en la liga de Cognac contra al emperador, junto a Venecia, el papado y Francia.
La liga de Cognac es prácticamente la alianza de toda Europa contra el emperador, una alianza que va camino de expulsar de nuevo a los españoles de Italia, pero el éxito militar acompaña de nuevo al emperador, y en 1527 entre otras cosas se produce el Sacco di Roma, por el cual las tropas imperiales ocupan el Vaticano, los Estados Pontificios y apresan al emperador. En este momento la alianza entre Francia, Inglaterra y el papado queda rota, Francia continúa la guerra pero en 1529 se ve obligado a firmar la paz y de nuevo Enrique VIII queda sin aliados y sin haber conseguido lograr aquellos objetivos que pretendía. Unos objetivos que estaban calculados desde el principio de su reinado: ocupar algunos territorios o algunas plazas en Francia y al no tener esta oportunidad al menos ocupar algún terreno en los Países Bajos arrebatándoselos a Carlos V.
A partir de los años 30 las relaciones entre Carlos V y Enrique VIII se enfrían notablemente. Unas relaciones que se van distanciando por dos razones fundamentales: en primer lugar porque Enrique VIII plantea su divorcio con Catalina de Aragón y por tanto esto supone una afrenta al emperador, una afrenta que no está dispuesto a lavar porque entre otras razones con los problemas que tiene en Europa, el avance luterano, va a impedir que el Emperador dedique demasiados esfuerzos a intentar combatir a Enrique VIII en Inglaterra, lo cual llevaría una campaña muy complicada como sería la invasión de un reino por mar y estas campañas eran demasiado arriesgadas.
Enrique se distancia de los problemas europeos porque tiene que hacer frente a los problemas internos que su divorcio le supone en Inglaterra: problemas con la Iglesia y la nobleza que quedan prácticamente solucionados en 1535. Pero también problemas con Irlanda que se subleva y que sólo en la década de los treinta quedarán solucionados con el sometimiento de Irlanda. Pero además Enrique VIII tenía el problema con Escocia, que venía de antiguo porque en este momento el rey Jacobo V de Escocia busca la alianza con Francia y se encuentra Enrique VIII en una pinza entre Escocia y Francia que podía provocar si se metía en un conflicto con el emperador en un debilitamiento que podía suponer su ruina. Así pues en la década de los 30 Enrique VIII y Carlos V, mantendrán una relación estable, hasta que en la década de los 40 vuelvan de nuevo a aliarse para combatir con Francia una vez más esta alianza caerá en saco roto porque el emperador opta por una paz por separado con Francia, a espaldas de Inglaterra que no consigue ninguno de los objetivos que había perseguido y es más queda endeudada prácticamente de modo que Enrique VIII deja a su hijo Eduardo VI una hacienda en bancarrota y sin la posibilidad de intervenir en los asuntos continentales durante mucho tiempo.
Elemental querido Watson...
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Yaiza
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Re: Carlos V e Inglaterra

Mensaje por Yaiza »

Gracias...pero tu duermes.
Por encima de la torpeza y cobardía generales, aparece un ideal agrupador de regiones antagónicas y de clases en pugna, un ideal que extrae su fuerza del mutuo instinto de conservación y es el intelectual - no el poeta de ojos tristes
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