Carlos V promotor del Concilio de Trento

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marducki
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Carlos V promotor del Concilio de Trento

Mensaje por marducki »

Fuente: Justina Rodríguez

Cuál era la posición de la iglesia en los tiempos previos a la escisión protestante

Desde tiempos medievales la iglesia de Cristo venía arrastrando un deterioro progresivo, llegando a una alarmante situación, ocasionada por los abusos y corrupción del alto clero y de la curia romana con el papa a su cabeza. El movimiento conciliarista que arraigó de manera muy particular en la Francia galicana, tendrá especial auge durante los siglos XIV Y XV aunque su huella perdurará posteriormente.

Surgió con ánimo reformista en un intento de hacer frente a esta situación de la Iglesia. Para los partidarios del sínodo el papa era el vicario de Cristo en la tierra, pero no la máxima autoridad eclesiástica, siendo por el contrario la Asamblea General de la Iglesia, la que gozaba de máximo poder en decisiones de carácter dogmático, de reforma, etc…

La posición contraria encabezada por el papa y la curia, promulgaba que la autoridad del pontífice, era superior a cualquier otra incluida la del Concilio. El sentimiento casi unánime de la cristiandad y muy particularmente de los conciliaristas era la esperanza de un Sínodo que pusiera remedio a toda esa serie de abusos. Este sentimiento obviamente no era compartido por Roma, que contemplaba el espectáculo con manifiesta indiferencia. La consecuencia lógica de todo ello fue el incremento de un sentimiento generalizado antiromano que se iría incrementando día tras día.

Las inquietudes reformistas tuvieron un especial auge en tierras germanas, debido fundamentalmente a la existencia de una burguesía ciudadana y a una intelectualidad exigente en materia religiosa. La reforma suponía para un sector considerable del pueblo alemán un deseo común. En este contexto tiene lugar la aparición de Lutero en Alemania. Aunque la tesis tradicional sobre las causas de la reforma luterana defendía que eran precisamente los abusos y corrupción de la iglesia los desencadenantes de la ruptura, para algunos historiadores como Elton en su obra “la era de la reforma” un fenómeno tan complejo surgió de fenómenos más numerosos que solamente un análisis general que abarcara centenares de años de historia, podría aproximarnos a una respuesta satisfactoria, continua diciendo el autor, que el odio hacia el clero ampliamente extendido desempeño su papel. A menudo se conjugó con la hostilidad hacia Roma y con un ferviente nacionalismo. La codicia, la envida y los cálculos políticos deben ser también tenidos en cuenta. Pero el mensaje de los reformadores respondió a una intensa sed espiritual que la iglesia oficial fue incapaz de satisfacer.

La doctrina de Lutero y su rápida expansión alarmaron a la Europa cristiana y se hizo unánime el clamor en pro de la convocatoria de un Concilio que pusiera fin a la crisis religiosa.

Carlos V afectado muy directamente por todos estos sucesos, dada su posición de árbitro de la cristiandad como emperador de Alemania, vio también que el único remedio era conseguir del Papa la convocatoria urgente de la Asamblea General de la Iglesia.
Desde el primer momento y a raíz de su entrevista con Lutero en Born en 1521, el emperador pasa a ser el principal promotor del Sínodo.

Personalidad religiosa de Carlos V

El joven príncipe Carlos se educó en Gante con su tía Margarita en una adhesión estricta a la iglesia, conservando a lo largo de toda su vida ese espíritu borgoñón. En su formación religiosa jugó un importante papel su maestro y preceptor Adriano de Utrecht dean de la Universidad de Lovaina y futuro Papa Adriano VI, relacionado con la corriente espiritual conocida como “la devotio moderna”.

Adriano de Utrecht instruyó al futuro monarca en los dogmas fundamentales de la iglesia y en el respeto a las tradiciones cristianas. La piedad del emperador era conocida por todos, oía misa cada día y asistía a vísperas y a otros oficios religiosos. Aunque su formación teológica era superficial, no era indiferente a las cuestiones dogmáticas y en su ánimo no estaba hacer concesiones que pudieran atentar contra los principios del dogma.

La posición de D. Carlos frente a Lutero fue muy clara desde un principio: nunca admitió que un hombre solo pudiera tener razón frente a toda la iglesia y que se revelara contra unas creencias y unas costumbres autorizadas durante siglos, como él mismo proclamó en la dieta de Worms “vosotros sabéis que desciendo de los emperadores, que han reinado sobre la nación germánica, de los reyes de España, de los archiduques de Austria y de los duques de Borgoña, todos ellos fieles hasta la muerte a la iglesia romana, defensores de la fe católica, de los decretos y usos del servicio divino. Me propongo permanecer fiel a lo acordado en el concilio de Constanza, es evidente que es un fraile aislado el que está en el error y no la cristiandad entera la que habría estado equivocada durante mil años y aún más”.

Por otra parte, hay que señalar que Carlos V, no pudo aplicar la misma política religiosa en el imperio que en los distintos reinos de España, ya que en Alemania las circunstancias de orden político mediatizaron su libertad de actuación.

Su condición de emperador de la cristiandad le había colocado en una postura muy comprometida frente a Alemania. Carlos debía la corona, no a la herencia, sino a una elección basada en un pacto con los príncipes electores, que ostentaban un gran poder en sus territorios y además abrigaban deseos independentistas. Estas circunstancias limitaron sus iniciativas en el imperio, viéndose obligado a actuar con pies de plomo en todo lo relacionado con la escisión luterana, intentando siempre buscar soluciones políticas, dentro de las vías pacíficas y conciliadoras. A pesar de ello se vio abocado a algún enfrentamiento bélico, como el de Müller su gran triunfo frente a la liga de Smalkalda.

Sin embargo en España, sus iniciativas en el terreno religioso, no estaban limitadas por ninguna circunstancia. Según Joseph Peret, es tradicional entre los historiadores contraponer el rigor y la intolerancia de Felipe II al liberalismo de su padre, tesis que no comparte dicho autor, dada la actuación del emperador en determinadas ocasiones. Así por ejemplo, en abril de 1521 dio orden de hacer frente a la propaganda luterana poniendo en manos de la inquisición el castigo de los herejes. Muchos años después en 1559, estando su hijo Felipe en Flandes, reprimió severamente los focos de herejía en Valladolid y Sevilla desde su retiro de Yuste.

Su política fue algo más moderada en los estados de Flandes, pues aunque tuvo una primera intención de establecer el Tribunal de la Inquisición, decidió finalmente para evitar roces con las instituciones flamencas, utilizar contra los protestantes otros medios menos drásticos, pero igualmente eficaces. En 1550 un Edicto prohibía la impresión, venta y posesión de libros, así como las reuniones de los luteranos, decretando pena capital para los infractores. Mercurino Gattinara canciller del emperador, que tan importante papel había desempeñado en la elección imperial de D. Carlos y en la organización del sistema de gobierno de la Monarquía hispánica, vio de forma clarividente que la convocatoria de un concilio de la cristiandad, podía ser un arma política muy importante, en manos del emperador frente a Roma. De él partió la idea de utilizar esta amenaza en 1526 contra el papa Clemente VII. La influencia del canciller sobre D. Carlos concretamente en este asunto del concilio, prácticamente desapareció a partir de 1529, pues desde esta fecha comenzó a trabajar firmemente a favor del Sínodo y según afirma el historiador alemán Hugber Lleding, sólo cuando el emperador separó el concilio de los medios puramente diplomáticos y lo elevó a los de conciliarismo, fue eficaz su acción.

Los miembros del Consejo de Castilla desde fechas muy tempranas, ya en 1521, con motivo de haber llegado a España la noticia de que Lutero había sido convocado por D. Carlos en la dieta de Works instan al Cesar para que cumpla su deber ante la cristiandad. Siguiendo al profesor Fernández Álvarez, el Consejo Real recuerda al joven monarca sus deberes, primero como rey de España y después como emperador de Alemania y le exhorta a que mande que la belicosa y cristiana gente alemana de vuestro imperio, se levante y mueva poderosamente y con mano armada aprender este hereje y entregarlo preso a nuestro muy santo padre. Este documento llegó a manos de Carlos V cuando él ya había condenado públicamente la doctrina de Lutero y ordenado su expulsión de la Dieta Imperial, lo que excluye la influencia del Consejo Real en la decisión imperial, pero pone de manifiesto que el sentir de los españoles y de su rey eran acordes.

Las grandes dificultades que tuvo que sortear D. Carlos, para llegar a hacer realidad la convocatoria del Concilio procedían principalmente de tres frentes:
 El papado
 Lutero y sus seguidores
 Y su gran enemigo político Francisco I de Francia

Por lo que respecta a la Santa Sede, León X no convocó el Sínodo aunque fue el quien dictó la Bula Exsurge domine en 1520 en la que condenaba varias de las tesis de Lutero y ante la violenta reacción de éste le excomulgó.

En diciembre en 1521 muere este pontífice y será Adriano de Utrecht, quien ocupe la silla de Pedro. Hombre de gran virtud, preocupado profundamente por la ruptura ideológica protestante, utilizó como táctica para atraer al seno de la iglesia a Lutero y a sus seguidores, la vía conciliadora, pero murió prematuramente sin cumplir los dos años de pontificado.

En noviembre de 1523 sube al podio pontificio Julio de Medicis con el nombre de Clemente VII. De carácter débil y vacilante, fluctuó según sus conveniencias en los avatares políticos de su época, marcados por el enfrentamiento entre la monarquía hispánica y la francesa por su choque de intereses en la península italiana. También este pontífice vio la necesidad de un Concilio, pero no actuó en consecuencia. El Sacco de Roma que puso en entredicho el buen nombre del Emperador en toda la Europa cristiana, por el salvaje saqueo de la capital de la cristiandad por las tropas imperiales, fue la consecuencia de la actuación en el plano político de Clemente VII y en el terreno religioso el Cisma de Inglaterra.

Será con Paolo III que acometió responsablemente la idea de reformar la iglesia a través de un Sínodo, cuando el Concilio llegará a ser una realidad.
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marducki
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Re: Carlos V promotor del Concilio de Trento

Mensaje por marducki »

Cuál era la actitud de Lutero y sus seguidores ante la actitud de la Asamblea?

En el año 1518 el reformador alemán consideraba el Sínodo infalible y la última instancia en materia de fe. Tanto él como sus seguidores se apoyaban en la idea de que un Concilio había de ser el único que podría juzgar su doctrina y hasta que éste no se reuniera y opinara mantendrían sus tesis. Poco después experimentó un cambio en su manera de pensar.

Hacia 1520 llegaba el concepto de iglesia como institución fundada por Cristo y gobernada por una jerarquía con el Papa a su cabeza. En este momento un Sínodo ya no era para él una instancia infalible. Las sagradas escrituras eran las únicas que para Lutero, no podían fallar en el campo de la fe. El Sínodo pasó a ser, según su nueva concepción ideológica: una asamblea de los fieles convocada por el emperador en la que los cristianos, tanto clérigos cómo laicos, unirían su esfuerzo para acabar con los excesos de la iglesia. Esto era lo que sus seguidores llamaban un Concilio libre cristiano en territorio alemán y que pedirán insistentemente rechazando el Concilio que la tradición de la iglesia reconocía como tal. Al reclamar Lutero la convocatoria del Sínodo para que sus ideas fueran sometidas a juicio, sabía de antemano que la reunión conciliar habría de dilatarse largamente dadas las dificultades que entrañaba, lo que favorecería el arraigo y difusión de su doctrina. Pero cuando el Sínodo parecía ser algo inmediato el reformador lo rechazaba de pleno, pues temía que sus ideas fueran juzgadas y condenadas por la Asamblea y en consecuencia decayera su prestigio ante el pueblo alemán. Siguiendo en esta línea, al llegar el momento de la apertura del Concilio, el primer paso de los reformados fue negarse a mandar a sus representados a Trento, argumentando que para ellos el Sínodo reunido en dicha ciudad, no era universal, libre ni cristiano.

Por lo que respecta a la política antiespañola de Francisco I de Francia, hay que señalar que entorpeció seriamente las gestiones para la convocatoria del Sínodo. Aunque Carlos V estaba interesado en que el Concilio se convocara a pesar de la guerra con el país vecino, Francisco I no estaba dispuesto a enviar sus prelados mientras el conflicto bélico continuase. De esta forma el Sínodo quedaría en manos del emperador, lo que supondría que el pretendido concilio general, no pasaría de ser una simple Asamblea particular del Cesar. Pero las cosas cambiaron al firmarse la paz de Crepy en 1544 entre ambos reinos. Pues entre otras cosas Francisco I se comprometía a pedir al papa la convocatoria del Sínodo y a colaborar en la consecución de esta empresa.

Las nuevas circunstancias dieron paso a una situación favorable, que permitió al Cesar dedicarse en firme a conseguir este objetivo. Por fin en noviembre de 1544, Paulo III convocaba la Asamblea que habría de celebrarse en la ciudad de Trento. Esta localidad perteneciente al Imperio, fue elegida por Carlos V con el ánimo de facilitar la asistencia de los teólogos alemanes y de los protestantes, que no veían con buenos ojos la propuesta del Papa de celebrarlo en una ciudad italiana.

A partir de este momento la vinculación de Carlos V al Concilio de Trento fue constante. Hizo un seguimiento exhaustivo de las sesiones a través de sus delegados, promovió personalmente la asistencia de los mejores teólogos que enseñaban en las universidades españolas, los cuales destacaron en el Concilio por sus brillantes intervenciones.

Distintos puntos de vista sobre el enfoque de los trabajos conciliares que tenían Paulo III y Carlos V

En la primera sesión del Concilio se planteó la cuestión del método que habían de seguir los padres conciliares a lo largo de las sesiones. La dificultad estribaba en la materia que se habría de tratar en primer término: los temas relacionados con el dogma o los relativos a la reforma de la iglesia. La polémica surgirá en torno a esta diferencia de opinión y será durante largo tiempo el caballo de batalla entre los intereses de la curia y los del partido imperial. El papa era partidario de comenzar las discusiones sobre los problemas de la fe, pues de esta manera se posponían los asuntos relacionados con la reforma de la iglesia, que suponía un ataque directo a la curia y al pontífice. Paolo III contaba con un hecho importante que apoyaba su causa: la tradición de los concilios precedentes en donde siempre se habían inaugurado los debates conciliares por los asuntos dogmáticos. En la postura contraria estaba Carlos V, que también seguía su política: era partidario de posponer los temas relativos al dogma para dilatar el enfrentamiento con los protestantes. Las razones del emperador tenían su fundamento, pues si lo que se pretendía era que los protestantes asistieran al Sínodo, para que participaran en él como miembros del mismo, comenzar las sesiones tratando los puntos de litigio, base de la separación entre ambas partes, anulaba la posibilidad de llegar a un acuerdo. Los dos bandos el del Papa y el imperial permanecieron inflexibles en sus respectivas posiciones, pero finalmente se encontró una fórmula intermedia: tratar simultáneamente los puntos relativos al dogma y a la reforma.
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Re: Carlos V promotor del Concilio de Trento

Mensaje por Eme »

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Yaiza
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Re: Carlos V promotor del Concilio de Trento

Mensaje por Yaiza »

Muchas gracias Marducki. Con la Iglesia hemos topado... :D
Por encima de la torpeza y cobardía generales, aparece un ideal agrupador de regiones antagónicas y de clases en pugna, un ideal que extrae su fuerza del mutuo instinto de conservación y es el intelectual - no el poeta de ojos tristes
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